Horas antes del mediodía, ante la mirada atónita de algunos
infantes, aparecía un bus cubierto de un color blanco aperlado, cuyo destino era
el estadio principal de Huamachuco, en donde se llevaría a cabo el evento
deportivo. Aquel bus llevaba inscrito las palabras “Universidad San Martín de Porres”, y al interior suyo estaban nada
menos que los integrantes de las divisiones menores del equipo de fútbol universitario. Los que
aún no se enteraban de la noticia comprendieron en poco tiempo que el club
había llegado para medirse frente a combinados infantiles locales, entre ellos,
el Héroes de Huamachuco.
Nuestro pequeño protagonista se calzaba los botines con una
cuota doble de entusiasmo, pues no solo iba a tener la oportunidad de jugar en
el Héroes contra un equipo de la capital, sino que también había logrado, por
medio de su progenitor, probarse post-partido en el cuadro limeño.Las impresiones que tuvieron los ojeadores capitalinos de aquel muchacho fueron sumamente positivas, no solo había tenido un desempeño regular en el encuentro, sino que, en las pruebas, rindió más de lo que se esperaba. Los ruegos del señor Cueva rindieron frutos, y uno de ellos fue el pasaje con destino hacia la capital para su hijo: había ingresado al club.
La despedida entre estos dos personajes fue, como es de
suponer, nostálgica y dolorosa. Era difícil para aquel niño separarse del
hombre que cada día alimentaba sus esperanzas de llegar a ser un jugador
profesional, pero el momento había llegado y el recuerdo más grande que le dejó
fueron sus lágrimas llenas de esperanza. Era hora de partir.
En Lima la vida es distinta. El clima era a veces menos frío
que el trato de la gente, y el pequeño tuvo que aprender a adaptarse a esa y
otras cosas más. Como sea, fue creciendo en fuerza, estatura y madurez, lo cual
le permitió que en el 2008, debutara oficialmente en la Primera División en el
club que lo había fichado un par de años antes en su tierra natal. El orgullo de su padre palpitaba en el corazón del muchacho, y razones le sobraban: la Universidad alcanzaba el título nacional por segunda vez en su historia. Y en 2010, fue pieza clave en la obtención del tercero.
Un día la nostalgia tocó a su puerta, estaba vestida con un
traje de Marinera y llevaba por nombre Universidad César Vallejo, de Trujillo.
Sí, la vida le ponía al frente una oportunidad que le permitiría estar más
cerca de los suyos, y la aceptó. Pero algo había cambiado en él, quizás era la
rebeldía de la juventud lo que generó que el club lo despidiera por una
supuesta indisciplina.
Ya en casa y con algo de tiempo para meditar las cosas,
recibió la oferta que representaría otro cambio radical en su vida. Esta vez ya
no era un equipo limeño, sino uno internacional: Unión Española de Chile quería
hacerse de sus servicios, y el salto al extranjero era la oportunidad que tanto
esperaba. Para hacer corta la historia, ese mismo año salió campeón en el país sureño, pero eso no era todo, algo más grande estaba a la vuelta de la esquina:
el salto continental.
El Rayo Vallecano español puso sus ojos en el huamachuquino,
sin embargo, militó en el conjunto ‘B’ del cuadro ibérico, y estés en el país
que estés, ser parte del ‘B’ no llena expectativas. Así lo entendió él cuando
decidió firmar contrato con un histórico del país que lo vio nacer: Alianza
Lima. Su historia en el club ‘blanquiazul’ es conocida, tanto que hoy es un
referente del primer equipo, y sus actuaciones en dicho club lo llevaron al
punto final de nuestra historia.
Si usted es peruano y conoce del tema, comprenderá que
cuando hablo de “actuaciones”, no hablo exclusivamente de las buenas, sino
también de las que te pueden destruir la imagen. Un incidente extradeportivo
mantuvo en vilo a todo Huamachuco, pues el entrenador de la Selección Peruana de Fútbol, el
argentino Ricardo Gareca, aún no
entregaba la lista de los convocados al evento deportivo del año en Sudamérica,
y no se sabía si nuestro personaje principal viajaría con el equipo. En las horas previas a la entrega de la
nómina, la cabeza del rioplatense contenía una duda importante: llevar a aquel
muchacho habilidoso que protagonizó un hecho lamentable con su equipo, o
dejarlo y que aprenda la lección.
Entonces, desde el corazón de padre de Don Ricardo surgió
esta respuesta en conferencia de prensa: “Todoslo condenaron, pero yo no lo haré”.
Esas palabras encendieron y le dieron vida nuevamente al niño
que entonces, se convirtió en un hombre.
El resto de la historia, ya la conocemos…
***
Este domingo muchos la pasamos junto a la persona que formó gran
parte de lo que somos hoy en día. Y digo “persona” porque en muchos casos no es
un hombre, a veces es un tío, un abuelo, un hermano mayor, y hasta una madre. Lo
importante es reconocer diariamente en ellos al ser que alguna vez nos cargó en
sus hombros y nos hizo sentir por primera vez que somos capaces de lograr
nuestros más grandes anhelos. Un día antes de aquella mañana de fútbol en
Huamanchuco, un hombre abrazaba con sueños de esperanza a un niño llamado
Christian Cueva, mientras le transmitía la seguridad que necesitaría para viajar
en ese bus de color blanco aperlado a Lima. Hace casi un mes, un argentino
decidió quitarse el buzo de trabajo y pensar como un padre que perdona muchas
veces la malcriadez de su hijo, y hoy podemos ver el resultado de dicha
decisión.
Algún día una pequeña mano me despertará de la cama, entonces
me daré cuenta que crecí y que la vida ya no es como antes, que esa pequeña
mano lo cambió todo. Caminaré a mi
computador y leeré esta historia, y ruego a Dios que sea antes del primer día
del jardín de niños, de un examen final, de una graduación, o de una mañana con
aroma a fútbol infantil.
Te dejamos con un StoryMap con la carrera del '8' de la Selección Peruana, los clubes y los lugares por los que se paseó su habilidad.













