¿Alguna vez has llegado al tope de tu nivel de esfuerzo por conseguir algo, y una vez hecho, lo consideran como un “fracaso”?
Te presentamos la historia de Shawn Johnson East , una gimnasta estadounidense que toco el borde del cielo durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Y sí, el borde, ya que obtuvo la medalla de plata en una de las pruebas de dicha disciplina.
El portal PlayGround presentó hace un par de días, un artículo acerca de lo que es conocido como “depresión post-olímpica”. Es un fenómeno psicológico que afecta tanto a los deportistas que obtuvieron medallas como los que no entraron en el podio, incluso a los que estuvieron lejos del mismo. Estar un día en la mira de todo el mundo y a la semana siguiente “regresar a la realidad” constituye para muchos de ellos un golpe emocional muy duro debido a la transición repentina de un mundo a otro.
Encontramos las historias, por ejemplo, de Allison Schmidt, nadadora norteamericana que tras entrar 5 veces al podio en Londres hace 4 años, llevó una vida que ella consideraba vacía. “Cuando me despertaba por la mañana, sólo pensaba en volver a la cama". O como los años tristes de una actual leyenda mundial e histórica de los Juegos: un drogadicto y alcohólico Michael Phelps, que además fue detenido 2 veces por manejar ebrio. "Realmente estaba en un lugar oscuro, no quería vivir más" decía mientras recordaba el intervalo de los años 2012 y 2014, en los que también consideró el suicidio.
Aún con todo, supieron sacudirse del trauma y ganaron dos y cinco medallas más en Río, respectivamente. Suerte que no corrieron Suzy Hamilton y Jesús Rollán, cuyas vidas cayeron en la prostitución por parte de ella, y en la muerte a mano propia del jugador de waterpolo español.
En medio de dichas situaciones, se encuentra la de Shawn. El 20 de Agosto del 2008, en la disciplina de gimnasia artística individual, Nastia Liukin ofrecía una demostración maravillosa y le dejaba claro a Johnson que no se bañaría en oro aquel día. Sin embargo, concentró su mente en brindar un espectáculo igual . de inolvidable para demostrarse muchas cosas a sí misma. En el podio, mientras se le ponía la medalla plateada, el encargado le susurró las dos palabras que marcarían su vida: “Lo lamento”.
“Aquellas palabras le confirmaron a mi corazón lo que ya pensaba: que había fracasado” señala en un video-entrevista para la organización I Am Second (Yo Soy Segundo). Aún con la obtención de otras dos preseas de plata y una de oro “el daño ya estaba hecho”.
“Ese día di el 200 por ciento de mí. Todos los diarios y revistas decían que regresaría a casa con cuatro medallas olímpicas. La presión era muy alta y lo que sucedió aquel día me hizo sentir que le fallé a todo el mundo”, añadió.
En su regreso a USA, Shawn sufrió un cuadro de estrés y pre-depresión que no le permitía dormir, que producía pérdida de cabello y repercutía en una inadecuada alimentación. “No tenía ningún espacio de paz”, es la frase que utiliza para resumir su estado hasta su cambio en el 2012.
“Es difícil de explicar, pero un día, mientras me preparaba para realizar saltos mortales en una práctica, mi mirada quedó fija en el suelo y sentí claramente que Dios me dijo: “Te has permitido pasar por todo esto, incluso a tu familia y vives con el miedo de decepcionar nuevamente a muchas personas. Sé que sientes mucha presión, pero ya es hora de dejarlo atrás”. Cuando escuché eso, sentí que una gran mochila caía de mis espaldas. Se retiró en ese mismo año y no participó de Londres debido a problemas en su rodilla izquierda. Pero escapó de un cuadro que pudo haberla hecho terminar ‘bajo tierra’ como anteriores casos.
“Al recordar la medalla de oro que obtuve en 2008, pensé que no todo había sido tan malo. Que habían cosas más grandes en la vida, cosas mucho mayores.”
Johnson terminó siendo la segunda gimnasta más condecorada de aquellos Juegos. Pero asegura que ese no es su mayor triunfo. “Dios es toda mi respuesta. Él es mi mayor premio”.
